Testimonio de Adela Suñer sobre los ejercicios de agosto

Testimonio de Adela Suñer sobre los ejercicios de agosto

Una experiencia de las Moradas en Ávila

Soy una mujer creyente, catequista desde hace más de 15 años, tengo 62 años y mi estado civil es soltera. Acostumbro a realizar unos días de retiro al año y este verano, por diferentes casualidades, me han llevado a Ávila. Acudí desde Barcelona al retiro organizado por la Casa Carmelitana de las Carmelitas Misioneras de Ávila del 9 al 16 de agosto. Me encontré formando parte de un grupo de unas 25 personas, la mayoría religiosas de distintas ordenes, aunque también unas 7-8 personas laicas como yo.

El padre David Jiménez o.c.d. prior del convento de la Santa y director del retiro, nos acogió la noche de la llegada con una invitación a pasear por el castillo interior, el camino del corazón, para encontrarnos con el Señor.

Empezamos el retiro el día de San Lorenzo, con una clara invitación de la Santa: no os durmáis, ¡aventuremos la vida!

En qué situación me encuentro, personal y espiritual, ¿es un buen momento para mi encuentro personal con Jesús? De la mano de Teresa la respuesta es SÍ, no hay tiempo mejor ni más bonito que hoy. ¿En qué me entretengo para no aventurar la vida por Dios? ¿Qué cosas llevo conmigo en la primera morada que me distraen de la oración y que podría “dejar” en el foso del castillo?

Con estas reflexiones comencé mi recorrido de 6 días; señalaré los consejos y acentos de Teresa que ha resaltado el Padre David, y que son de gran ayuda:

La puerta del castillo solo se abre desde dentro, no hay picaporte. La puerta es la oración con consideración, teniendo en cuenta con Quien se habla, lo que se le pide y quien lo pide. Todo comienza y avanza por la grande y muy determinada determinación de buscar al Señor y empezar una relación de oración con Él.

La gran dignidad de la persona es que nuestra alma está hecha a imagen de Dios. El ser humano es capaz de relación con Dios, una relación de amistad que se hace a través de la oración y que ocupa toda la vida.

El conocimiento propio es el pan de toda vida espiritual; Teresa me invita a situarme en la verdad de mi vida en este viaje interior. ¿Como hacerlo? poniendo los ojos en Jesús para conocer la verdadera humildad, y teniendo claro cuál es el objetivo: no soy yo, es ÉL, aprender a descentrar mi vida y ponerla en Él.

La perseverancia es la clave de la segunda morada, hay un trabajo interior para forzarme a ir al encuentro del Señor y vencer la tentaciones y ser capaz de dejar lo que Teresa llama las ocasiones. El Señor estima lo que sea capaz de hacer.

En la tercera morada, las metas son aprender a ponerme en manos de Dios y a confiar ciegamente en El conformando mi voluntad a la suya. La tentación es poner una medida a los actos piadosos, ¡Dios es generoso sin medida! ojo con quedarse en las “obrillas”, dice Teresa, no son nada comparado con darme del todo… el ejemplo del joven rico nos muestra que no se gana a Dios solo con palabras.

Las 3 primeras moradas son más mi quehacer, pero en las 4 últimas ya no puedo caminar más por mí misma; aquí es dejarse llamar y moldear por Dios. La 4ª morada es la frontera entre el esfuerzo y la gratuidad. Es Dios quien toma la iniciativa: como el silbo del pastor, el Señor recoge el alma y la hace entrar a lo interior; la oración brota de Dios, del centro del alma, y llena todas las moradas. Se ensancha el corazón con las gracias recibidas que han de dar sus frutos en un mayor amor, que, como dice la Santa “jamás esta ocioso”

En la quinta morada Teresa nos advierte que, poco o mucho, Dios todo lo quiere para sí: cada uno según sus talentos, poniéndolos todos a dar fruto. El alma ya sabe que está llegando a la unión. ¿Como dar a entender lo que sucede? Se dan 3 gracias: la unión del alma, la muerte mística (el gusano se transforma en mariposa) y la vida nueva. Vamos construyendo el capucho, que es Cristo, adonde nos vamos a meter como gusano para morir a sí en Cristo. La oración es ya “vida de oración” que transforma a la persona; la muerte del gusano es una transformación profunda del alma. Sale la vida nueva de la mariposa; esta vida nueva consiste en tener la voluntad atada a la de Dios, y la señal de que las obras van conformes la veremos en el amor al prójimo.

En las sextas moradas Teresa completa lo que no estaba en el libro de la Vida, entonces requisado por la inquisición. Aquí, el alma ya está sellada para el matrimonio espiritual, pero el desposorio pleno será en las 7as.  El alma queda herida del amor del esposo; nos dice que no hay nada comparable en la vida a esta herida y que siempre querrá el alma estar muriendo de este mal. Viene la noche oscura, el tiempo de no poder ver al amado y salir a buscarlo como hace San Juan de la Cruz. Es la noche de la fe de los místicos, que con humildad purifica el alma y la prepara. Teresa nos da una clave: la sacratísima humanidad de Cristo; Jesús es el único camino para el alma que se acerca a Dios.

En la séptima morada llega la experiencia de comunión, la vida es ya una con Cristo. La mariposilla muere porque su vida ya es Cristo. Primero pasó de gusano a mariposilla, luego de mariposilla a unida a Cristo. Lo que tenemos por fe aquí el alma lo tiene por visión interior. Hay muchos efectos en el alma con grandes deseos de no ofenderle más y de servirle en todo. Dios da mercedes al alma para regalarla, y también para fortalecerla para poder imitar en todo a Jesus “poned los ojos en el crucificado y todo se os hará poco”. La persona ya está unificada. La oración produce obras, y aquí Marta y María ya van unidas.

Acabaré esta síntesis de acentos de las moradas con las palabra de la Santa al final de las mismas: “con lo que concluyo es que no hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras sino el amor con que se hacen y, como hagamos lo que pudiéremos, hará su majestad que vamos pudiendo cada día más y más, como no nos cansemos luego, sino que lo poco que dura esta vida, interior y exteriormente ofrezcamos al Señor el sacrificio que pudiéremos, que su majestad lo juntará con el que hizo por nosotros en la cruz al padre, para que tenga el valor que nuestra voluntad hubiera merecido, aunque sean pequeñas las obras”

Os he de confesar que ya había leído las moradas; sin embargo, estos días he adquirido una nueva comprensión de estas percibiendo como Teresa presenta el camino interior siempre “enganchado” a las obras.  Por un lado, es la mejor maestra de oración que he conocido, pero por otro está la maravilla que todo avance espiritual lo comprueba en la realidad de la vida. Mayores gracias recibe del Señor, mayores fuerzas para los trabajos y padecimientos, que ella sufre toda su vida. La Santa relata las ayudas y gracias que recibe, cuyos frutos están en el amor a Dios y al prójimo. En la cuarta morada advierte: no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho. ¡En la quinta nos dice “si hay quiebra en el amor al prójimo, que es signo de la unión a la voluntad de Dios, vamos perdidas! imposible llegar a unión sin caridad”. En la sexta morada, en pleno estado místico, nos habla de la centralidad de Jesus en el alma que se acerca a Dios. Y al final del camino, en la séptima morada, Teresa nos vuelve a remitir a la vida, diciendo que en los efectos veremos si es verdad lo que queda dicho ¡que el matrimonio espiritual es para la oración y para que nazcan obras!

Un valor añadido de esta experiencia ha sido que tuviera lugar en Avila; hablar de Teresa casi al mismo tiempo que visitas su casa natal, su convento y su primera fundación te produce una cercanía que traspasa el tiempo transcurrido. Y hablando de lugares, que menos que mencionar la extraordinaria acogida de la Casa Carmelitana y de su comunidad, aportando este cuidado humano y espiritual que es un regalo para esta experiencia.

Y quiero acabar, no por menos importante, señalando otro regalo adicional de estos días de retiro, que ha sido compartirlos con las religiosas, un grupo de mujeres que lo dejaron todo por Él y que han dedicado toda su vida a su servicio. Testimonio vivo de las vocaciones a la vida religiosa. Testimonio que pervive en la ordenes que siguen recibiendo vocaciones; ¡acudiendo a misa el día de la Asunción al convento de la Encarnación y escuchando el coro de la comunidad de monjas, una no sabe si en el cielo cantarán tan bien! Y a la salida, sabemos por la hermana de una novicia que tienen 3 novicias jóvenes en una comunidad de 29 religiosas. ¡Los frutos de la Santa siguen vivos!

 

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